Mercè Martín
23/04/2015
Era agosto del año 2008, estaba trabajando y cada vez me costaba ver con más nitidez el monitor del ordenador. Estuve así durante unos días, me extrañó la situación pero lo acusé al estado de tensión y nervios que tenía así que no le di más importancia. No tenía tiempo para revisiones puesto que el trabajo era para mi lo más importante y me ocupaba la mayor parte del tiempo. Se me fue sin más al cabo de unos días y no volví a recordar la situación hasta justo un año después.
Agosto 2009: Me encuentro hablando con un compañero de trabajo por teléfono. Era una discusión un poco acalorada y nada más colgar noto que vuelvo a tener la visión borrosa. Espero que pasen los días pensando en que la recuperaré como el año anterior. No puedo pedir fiesta en el trabajo, la situación no está muy bien y mi jefe no me miraría con buenos ojos. Llega el fin de semana y, lejos de mejorar, empeora. Recuerdo salir a la calle con mi pareja y coger mi paquete de tabaco e intentar leer las letras aquellas negras y grandes que dicen "Fumar mata", no consigo leerlas si no es poniendo el paquete justo delante de mi ojo. Me asusto. Se lo cuento a mi pareja porque hasta el momento no le había dicho nada a nadie y nos vamos de urgencias al centro ICO.
La espera fue relajada, no había nadie más y entre una amiga, mi pareja y yo íbamos charlando muy animadamente, ninguno éramos conscientes que ese día me iba a cambiar la vida. En ese momento sale la doctora Shirin, que lejos de llamarnos la atención, se interesa por nuestras risas y me recibe muy amablemente siempre con su sonrisa. Su rostro se muestra preocupado cuando empieza a revisarme, tengo un 13% de visión en un ojo, finalmente me dice que debe visitarme un neurólogo de urgencias. Me acompaña a recepción para ayudarme a organizar diferentes pruebas médicas que solicita, me anima y se despide de mi.
Salgo de la consulta sin saber exactamente lo que me pasa y bastante aturdida por la situación vivida y la cantidad de papeles de pruebas médicas y visitas que llevo en la mano. Tiene gracia porque lo primero que pienso es cómo me lo voy a combinar con el trabajo. Mientras esperamos a que suba el ascensor para marcharnos bajo mi mirada hacia uno de los papeles y cuando me lo acerco bien a mi ojo veo que hay un escrito al neurólogo donde pone posible Esclerosis Múltiple.
A partir de ahí ya es otra historia aunque sí cabe mencionar que acabé en la Vall d'Hebrón donde me ingresaron. Seis meses y varias pruebas después me confirman la enfermedad. Tuve dos neuritis ópticas, síntomas iniciales de la Esclerosis Múltiple. La parte buena de la historia es que he conocido una buena profesional y además muy agradable en el trato, gracias a su diagnóstico inicial pudieron trabajar los demás médicos, ahora ella es mi oftalmóloga y no la cambio, como los anuncios de detergentes :-) También he aprendido que hay otras prioridades muchísimo más importantes que el trabajo como son la familia, el amor y la salud.
Gracias Shirin, nos vemos pronto y sí, me estoy poniendo las gotas. ;-)
Un abrazo.
Mercè