Perros-guía, los ojos de quienes no pueden ver
No debemos interaccionar con el perro-guía. No podemos hablarle ni contactar físicamente con él.
Son los ojos de quien no ve. Los perros-guía, son animales de asistencia que están habilitados para acompañar a personas con graves limitaciones visuales en todas las actividades de su vida. Cuando el animal desempeña su tarea, lleva puesto un arnés que le une a la persona a la que ayuda. En él lleva la placa identificativa de su rango. Hay que entender que el perro-guía es un animal de ayuda para esa persona y que es ella quien atiende y gestiona su conducta.
No debemos interaccionar con el perro-guía
No podemos hablarle ni contactar físicamente con él. El animal está trabajando y nuestras caricias le pueden distraer de su tarea y dificultar la labor que realiza. Si por un casual acompañas en el desplazamiento a una persona con Baja Visión, posiciónate en el lado opuesto al perro-guía. El animal necesita su espacio, un amplio campo visual. Cada año se gradúan cerca de 200 animales para ser asignados a un usuario ciego o con grave discapacidad visual. Desde hace casi 30 años, se han entrenado a más de 3.000 perros. En total, se necesitan unos dos años para entrenar a los animales, desde su nacimiento hasta que son entregados a la persona en cuestión, que siempre ha de ser mayor de 18 años. Es tal la demanda que hay que, en ocasiones, para recibir un perro-guía, hay que esperar hasta tres años. El coste estimado de esos animales (cuidados, atención, supervisión, entrenamientos…) supera los 35.000 euros aunque se reciben de manera gratuita siempre y cuando la persona esté afiliada a la Fundación ONCE. En la actualidad hay más de 1.000 perros en activo trabajando como guías.
Proceso educativo del perro-guía
Desde que nace hasta que es entregado a un usuario, la vida de un perro guía atraviesa diferentes fases y un entrenamiento exigente:
Nacimiento: En el departamento de partos nacen los cachorros de perros seleccionados específicamente para criar. Las razas que se emplean son el labrador retriever, golden retriever, flat coated (y los cruces entre ellos) y el pastor alemán, por ser los que mejor se adaptan a diferentes entornos y situaciones. Los cachorros comienzan ya un programa de estimulación para ver cómo interactúan y comprobar su temperamento.
Familia de acogida: A los 56 días de vida son entregados a una familia voluntaria que se encargará, durante un año, de dar todos los cuidados y manutención necesaria al cachorro, que comenzará así un período de socialización para el animal, que acompañará a esas personas a su puesto de trabajo y a sus actividades diarias para acostumbrarse a todo tipo de ruidos y lugares (transporte público, cine, cafetería...). La legislación vigente les permite entrar en transportes, establecimientos y espacios de uso público, algo que una mascota convencional no podría. Durante ese tiempo, los animales pasan controles veterinarios y analíticas cada seis meses.
Entrenamiento
Tras pasar un año con una familia cuidadora, los perros vuelven a la escuela de formación para recibir instrucción. El entrenamiento suele durar entre 6 y 10 meses, el tope es un año. Es entonces cuando aprenden a comportarse como perros guía para no dar tirones, aceptar el arnés y desplazarse en línea recta. Además, en su etapa de instrucción aprenden a sortear obstáculos de la vida cotidiana a través de circuitos con escaleras, barreras, un paso de cebra y hasta una terraza de cafetería. Asignación a un usuario: Con dos años de vida, el perro está preparado para ser asignado a un usuario. A partir de ese momento pasa a ser su compañero y sus ojos. A lo largo de esta etapa deberán pasar analíticas y reconocimientos veterinarios cada seis meses. Jubilación: La vida laboral de estos perros es de un máximo de 12 años. Una vez jubilado, el perro puede continuar viviendo con el usuario, que pasaría a ser su dueño, ser adoptado por una familia o regresar a la Fundación, donde son atendidos y cuidados.